El 13 de diciembre de 2007 los lideres de los 27 Estados miembros de la Unión Europea firmaron en el monasterio de los Jerónimos el denominado Tratado de Lisboa. En la capital portuguesa, nuestros jefes de Estado y de Gobierno dieron un impulso público a una Europa que duda sobre su destino desde el rechazo por Francia y Holanda de la Constitución Europea en 2005.
Europa se encuentra en una situación compleja. El tratado de Niza (2001) por el que actualmente se rige el funcionamiento político de la Unión es de casi imposible aplicación con una Europa a 27 Estados miembros. Los procesos de decisión son lentos y complicados. Con Niza, Europa carece de una verdadera diplomacia exterior y por tanto de credibilidad en un contexto internacional cambiante. Niza, que llegó a ser un éxito determinado en un momento determinado (una Europa de 15 miembros) es hoy un texto obsoleto que no facilita ni la integración europea ni la política europea. Pese al no de Irlanda, el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa debe seguir adelante. Europa no puede parar y debe seguir avanzando, explicando que es lo que quiere ser.
Una Europa Joven y Dinámica.
Los cambios que Europa ha vivido en sus cincuenta años de historia han requerido adaptaciones constantes. Esto ha hecho que Europa siga siendo joven de ideas y espíritu. Hoy más que nunca, Europa debe enfrentarse a los retos derivados de la globalización, a nivel económico, demográfico, climático, energético y de seguridad, principalmente. Europa debe dinamizarse. Los Estados miembros no estamos en condiciones de hacer frente en solitario a todas estos retos. El tratado de Lisboa aúna nuestros esfuerzos permitiendo responder a las preocupaciones principales de los ciudadanos. Reformando las instituciones, así como el funcionamiento de las mismas, Europa seguirá ofreciendo al ciudadano su principal valor: la garantía de vivir en un espacio solidario, justo, libre y de seguridad.
El tratado de Lisboa garantiza, al mismo tiempo, el principio de subsidiariedad (la toma de decisiones debe hacerse al nivel más cercano al ciudadano, comprobando en todo momento que la acción comunitaria esté justificada frente a las demás posibilidades de actuación a nivel nacional, regional o local) de los Parlamentos Nacionales y amplia las competencias codecisionales del Parlamento Europeo. El funcionamiento de la Unión resultaría, por tanto, mas democrático y mas abierto que con el actual marco de Niza.
Con este tratado se seguirán garantizando los logros sociales de Europa. La economía social de mercado, así como la cohesión económica, social y territorial seguirán siendo objetivos primordiales de la Unión. El pleno empleo de calidad, fruto de la mejor formación, seguirá siendo nuestra piedra angular. Europa será más social, más europea, gracias a este texto.
El tratado de Lisboa refuerza las competencias de la Unión sin que eso suponga una reducción a la soberanía nacional. El refuerzo de la diplomacia de la Unión complementa la desarrollada por cada Estado miembro. El tratado prevé avanzar de manera voluntaria en el aporte y apoyo que cada país estime oportuno a las acciones de mantenimiento y estabilización de la paz, así como a tareas de protección civil, bajo la bandera de la Unión. El tratado permite incluso la posibilidad de abandonar la Unión Europea si un país si así lo decidiera. Lisboa es el más garantista de todos los tratados que hasta le fecha hemos tenido.
El no Irlandés.
El tratado de Lisboa, que busca solucionar los grandes problemas institucionales de la Unión así como cohesionar a la sociedad europea, se encontró el pasado 13 de junio con el rechazo de los irlandeses. Irlanda, referente y referencia del éxito que Europa supone para el desarrollo de un país, rechazo por el 53% del poco electorado que se acerco a las urnas. Irlanda, con su no, ha vuelto a poner e Europa ante la duda.
Resulta un chantaje que un texto que va aplicarse a toda Europa resulte no aplicado por no haber sido ratificado en un Estado de cuatro millones de habitantes. Un referéndum europeo debería ser vinculante si se hiciera en todos los países miembros. Un referéndum debería afectar a toda Europa si toda Europa decidiese junta y al mismo tiempo. Un referéndum sobre el tratado que definirá el futuro de Europa debería ser llevado a cabo a nivel Europeo y no a nivel de naciones. A tal efecto, si el no de tan solo 500.000 irlandeses parase el proceso de ratificación, se trataría de un chantaje político de un peso inimaginable.
Seguir construyendo Europa.
Europa esta en crisis, pero siempre lo ha estado. Europa siempre ha estado ante la duda de hacia donde y como avanzar. Ahora caben múltiples posibilidades, pero la más responsable seria la de continuar ratificando el texto, y que Irlanda volviera a votarlo en otro momento, tal como se hizo con el Tratado de Niza. Europa necesita más que nunca de más integración y un mayor dinamismo. Los retos de este siglo así no lo exigen. También necesita comunicar mejor con sus ciudadanos, que sienten el proyecto europeo lejano y difuso. Europa tiene que hacer valer el éxito de sus políticas desde la complejidad de su sistema.
No cabe la menor duda de que el resultado del referéndum en Irlanda es una mala noticia, pero eso no debe frenar el proceso de ratificación del texto, puesto que es lo que quiere la mayoría de la ciudadanía europea. Debemos seguir construyendo Europa.
Europa se encuentra en una situación compleja. El tratado de Niza (2001) por el que actualmente se rige el funcionamiento político de la Unión es de casi imposible aplicación con una Europa a 27 Estados miembros. Los procesos de decisión son lentos y complicados. Con Niza, Europa carece de una verdadera diplomacia exterior y por tanto de credibilidad en un contexto internacional cambiante. Niza, que llegó a ser un éxito determinado en un momento determinado (una Europa de 15 miembros) es hoy un texto obsoleto que no facilita ni la integración europea ni la política europea. Pese al no de Irlanda, el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa debe seguir adelante. Europa no puede parar y debe seguir avanzando, explicando que es lo que quiere ser.
Una Europa Joven y Dinámica.
Los cambios que Europa ha vivido en sus cincuenta años de historia han requerido adaptaciones constantes. Esto ha hecho que Europa siga siendo joven de ideas y espíritu. Hoy más que nunca, Europa debe enfrentarse a los retos derivados de la globalización, a nivel económico, demográfico, climático, energético y de seguridad, principalmente. Europa debe dinamizarse. Los Estados miembros no estamos en condiciones de hacer frente en solitario a todas estos retos. El tratado de Lisboa aúna nuestros esfuerzos permitiendo responder a las preocupaciones principales de los ciudadanos. Reformando las instituciones, así como el funcionamiento de las mismas, Europa seguirá ofreciendo al ciudadano su principal valor: la garantía de vivir en un espacio solidario, justo, libre y de seguridad.
El tratado de Lisboa garantiza, al mismo tiempo, el principio de subsidiariedad (la toma de decisiones debe hacerse al nivel más cercano al ciudadano, comprobando en todo momento que la acción comunitaria esté justificada frente a las demás posibilidades de actuación a nivel nacional, regional o local) de los Parlamentos Nacionales y amplia las competencias codecisionales del Parlamento Europeo. El funcionamiento de la Unión resultaría, por tanto, mas democrático y mas abierto que con el actual marco de Niza.
Con este tratado se seguirán garantizando los logros sociales de Europa. La economía social de mercado, así como la cohesión económica, social y territorial seguirán siendo objetivos primordiales de la Unión. El pleno empleo de calidad, fruto de la mejor formación, seguirá siendo nuestra piedra angular. Europa será más social, más europea, gracias a este texto.
El tratado de Lisboa refuerza las competencias de la Unión sin que eso suponga una reducción a la soberanía nacional. El refuerzo de la diplomacia de la Unión complementa la desarrollada por cada Estado miembro. El tratado prevé avanzar de manera voluntaria en el aporte y apoyo que cada país estime oportuno a las acciones de mantenimiento y estabilización de la paz, así como a tareas de protección civil, bajo la bandera de la Unión. El tratado permite incluso la posibilidad de abandonar la Unión Europea si un país si así lo decidiera. Lisboa es el más garantista de todos los tratados que hasta le fecha hemos tenido.
El no Irlandés.
El tratado de Lisboa, que busca solucionar los grandes problemas institucionales de la Unión así como cohesionar a la sociedad europea, se encontró el pasado 13 de junio con el rechazo de los irlandeses. Irlanda, referente y referencia del éxito que Europa supone para el desarrollo de un país, rechazo por el 53% del poco electorado que se acerco a las urnas. Irlanda, con su no, ha vuelto a poner e Europa ante la duda.
Resulta un chantaje que un texto que va aplicarse a toda Europa resulte no aplicado por no haber sido ratificado en un Estado de cuatro millones de habitantes. Un referéndum europeo debería ser vinculante si se hiciera en todos los países miembros. Un referéndum debería afectar a toda Europa si toda Europa decidiese junta y al mismo tiempo. Un referéndum sobre el tratado que definirá el futuro de Europa debería ser llevado a cabo a nivel Europeo y no a nivel de naciones. A tal efecto, si el no de tan solo 500.000 irlandeses parase el proceso de ratificación, se trataría de un chantaje político de un peso inimaginable.
Seguir construyendo Europa.
Europa esta en crisis, pero siempre lo ha estado. Europa siempre ha estado ante la duda de hacia donde y como avanzar. Ahora caben múltiples posibilidades, pero la más responsable seria la de continuar ratificando el texto, y que Irlanda volviera a votarlo en otro momento, tal como se hizo con el Tratado de Niza. Europa necesita más que nunca de más integración y un mayor dinamismo. Los retos de este siglo así no lo exigen. También necesita comunicar mejor con sus ciudadanos, que sienten el proyecto europeo lejano y difuso. Europa tiene que hacer valer el éxito de sus políticas desde la complejidad de su sistema.
No cabe la menor duda de que el resultado del referéndum en Irlanda es una mala noticia, pero eso no debe frenar el proceso de ratificación del texto, puesto que es lo que quiere la mayoría de la ciudadanía europea. Debemos seguir construyendo Europa.
1 comentario:
EL NO DE IRLANDA: Si se cuestiona que el 53% de los votantes irlandeses decidan el futuro de Europa ¿cómo se le da legitimidad al voto positivo del 40% de los irlandeses? Unos pocos no pueden parar el proceso de todos. Pero a esos "todos" no se les ha consultado.
Lamentablemente, allí donde ha habido referéndum (Francia, Holanda, Paises Escandinavos) ha salido el no (excepto en España, por otras razones). Y en los países en los que se teme un NO abrumador ni tan siquiera se somete a referendum. Esto debería hacer pensar a los gobiernos europeos.
Salud!
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