sábado, 29 de diciembre de 2007

Benazir Bhutto, o la tragedia asiática

Desde hace unos días reflexiono sobre el asesinato de Benazir, y todavía me muestro impotente antes de emitir un juicio sobre las consecuencias que esto pueda traer. Lo único que puedo hacer es condenar el atentado y denunciar tal acto de barbarie.

Pakistán está gobernada por un dictador que, ha gozado del apoyo de los EE UU durante mucho tiempo, debido al “apoyo” del actual presidente de Pakistán, Pervez Musarraf. El reciente atentado, además de la tragedia que supone, corre el riesgo de desestabilizar, no ya solo a Pakistán, sino a toda la región que, ya de por sí, se encuentra bajo un espectro de inestabilidad.

Pakistán es una potencia nuclear que no sabe mirar más allá de sus problemas con los talibán y sus disputas con India por la región de Cachemira. Si bien Benazir no representaba la solución a tales problemas, si guardaba la esperanza de enfrentarse a tales retos desde otra perspectiva que la de un dictador que utiliza la mentira como forma de gobernar y que, por tanto, desemboca en una ideología completamente autoritaria y violenta.

Si bien la noticia es triste, solo queda esperar que las repercusiones de tal magnicidio sean menores de las estimadas, puesto que un aumento de tensión en la región sería, sin lugar a dudas, una catástrofe a nivel mundial.

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